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una escritora en las nubes

¡Nieve!

Ayer nevó en Zaragoza. Cuando nieva aquí es un gran acontecimiento. En el trabajo todos nos acercábamos a las ventanas para contemplar el espectáculo de la nieve cayendo. Algunos se quejan de los inconvenientes, el tráfico se vuelve imposible, si hiela, te resbalas por la calle y te puedes romper la crisma, los coches no pueden bajar las rampas de los garajes, la vida normal se ve alterada... Pero como en nuestra ciudad la nieve es un fenómeno extraño, la admiramos y como niños nos hace ilusión que llegue a cuajar aunque solo sea unas horas. Para tirarnos unas bolas, para hacer un pequeño muñeco de nieve en el balcón o simplemente para contemplar desde la ventana ese paisaje cubierto de blanco, transformado mágicamente por esos copos que van cayendo lentamente, como plumas, como si las nubes fueran grandes almohadones rotos que alguien está agitando. Ayer no llegó a cuajar, lo siento por los niños que no pudieron jugar con la nieve a la hora del recreo, por los niños de verdad y por los niños que todos llevamos dentro y que disfrutamos con la magia silenciosa de cada copo de nieve.

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